2a legislatura: 1990-1993
La segunda legislatura del ABCPC se inició con mucho empuje a pesar de la poca participación de los socios en las votaciones. A raíz de una festividad de debate en el Palau de la Virreina, se hizo un nuevo balance de la situación de la danza profesional en Cataluña. Se encontraron los profesionales con miembros de las instituciones de cultura catalanas. Las conclusiones del debate no sorprendían a nadie y el listado de demandas era inacabable y reiterativo: falta de una política clara y continuada hacia la danza; falta de asesoramiento adecuado a las correspondientes instituciones y en el sector de los programadores; falta de infraestructuras, así como de coordinación con la Red de teatros; presupuestos bajo mínimos; subvenciones irrisorias y retrasos considerables en todas, y uno largo etcétera todavía hoy que habría que revisar y que en aquel momento dieron lugar a afirmaciones de todo tipo: “La situación que estamos viviendo es dramática; Se está trabajando en el vacío y hacia un futuro incierto; Los bailarines nos sentimos como el último peldaño; La vida del bailarín es corta y no tenemos tiempo para hablar con los políticos, etc”.
Finalmente, los políticos presentes en aquel debate acordaron poner solución a las problemáticas mencionadas, en la medida del posible y en cariz de urgencia, a pesar de recordar el déficit que supondrían propuestas como un cuerpo de danza en el Liceo o un espacio municipal dedicado, exclusivamente, a la danza. Se habló de repetir este tipo de debate, ya que todo el mundo lo encontró constructivo, pero no sólo no se hizo, sino que el año siguiente, para el DID de 1991, la asociación se vio empujada a redactar un nuevo Manifiesto, nombrado simpáticamente Manolito, en el cual se exigía, una vez más, soluciones reales e inminentes a los problemas del sector. En aquella época funcionaban una veintena de compañías catalanas, algunas de importante resonancia internacional y el trato de las instituciones era realmente incoherente con este hecho.
Huelga con el teatro
A finales de 1991 se secundó la huelga y los actos reivindicativos promovidos por los profesionales del teatro. Entre 1990 y 1992 se dieron una serie de cambios importantes a nivel de locales. Mientras nacían el SAT (Sant Andreu Teatre), y el Espai de Barcelona (música y danza) a pesar de la falta de consenso de cómo gestionarlos, cerraban las puertas dos de los locales más emblemáticos de danza en la ciudad: La Fábrica y El Teatre Obert. A pesar de los esfuerzos del ABCPC, así como el consenso del sector, los locales, el uno de iniciativa privada y el otro pública, se cerraron irremediablemente.
Locales que abren y que cierran
El año 1992 quedó marcado por los ya reiterativos retrasos en los pagos de las subvenciones de la Generalitat y quedó constancia al estreno del Espai, cuando los miembros de la asociación reivindicaron, pancarta en mano, la dimisión del director general de Promoción y Cultura, Jaume Serrats, al cual afirmaba a modo de excusa que la crisis es, en parte, hija del desinterés público, mientras que el dinero que había prometido en el sector no llegaba y las compañías se veían empujada a pedir créditos, el uno tras el otro, para sacar adelante los proyectos.
Sin dinero no hay producciones. Sin producciones no hay público, y sin promoción y respeto por un trabajo bien hecho no se puede crear un circuito que favorezca la emancipación de las compañías de las instituciones públicas, de manera que era un pez que se mordía la cola. Fueron días de reflexión y malestar en que incluso se planteó si realmente tenía sentido continuar con el ABCPC. Por suerte, estas discusiones desembocaron en la promoción de nuevas estrategias de trabajo que favorecieron el crecimiento madurativo de una asociación todavía en creación.
La Associació Per la Dansa
Entretanto, la asociación sacaba adelante y creaba en la misma suyo la asociación cultural Per la Dansa, con vistas a poder acceder también a todas aquellas personas a las cuales interesa el mundo de la danza sin ser profesionales.
Las comisionas creadas en las finales de la primera legislatura seguían su curso y surgían documentos interesantes como la auto-reflexión que hicieron una veintena de coreógrafos respecto del estado en que se encontraban sus compañías con las correspondientes carencias y necesidades.
Más socios
Como el resto del sector, la asociación se vio marcada estos años por la falta de un presupuesto coherente a las iniciativas que iban surgiendo. Se creía evidente que había que emanciparse de las instituciones, pero no se acordaba cómo. Aun así, se continuó colaborando con todo tipo de propuestas: danza-Valencia, la Federación, mesas redondas, etc. y el número de socios continuó aumentando. A finales de la segunda legislatura la asociación contaba con 164 miembros, aunque se evidenciaba la necesidad de mejorar la comunicación con éstos, reto que emprendería la siguiente Junta Directiva con un cambio de organización interna que recogía las propuestas de mejora que llegaban desde la Asamblea General.
Elegida para 56 votos (más un voto en blanco), sobre un censo total de 134 socios, la segunda Junta Directiva la formaba, a 7 de Mayo de 1990:
Presidenta: Montse Colomé i Pujol
Vicepresidente: Raimon Avila i Castells
Secretaria: Brigitte Harroche
Tesorera: Marta Oliveres
Vocales: Julian Oliva (laboral y jurídica)
Toni Martínez i Cañadas (política y relaciones exteriores)
Elisa Huertas i Pantaleón (cultura y servicios)
Marta Almirall i Elizalde (comunicación y prensa)
Montse Garcia Otzet (archivo y documentación)
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